El pelo empezó a clarear desde muy joven para Antonio Ovejero Lobo; o Toni Lobo, como a él le gustaba que le llamaran. Porque muchos se burlaban de él llamándolo “esquilao” y decían que al ir el lobo tras la oveja esta se había asustado y había soltado lana para huir. Por eso solía renegar del apellido paterno y en cuanto pudo viajó a la meca del implante capilar.
Poco duraron sus ilusiones, justo el día que llegó al país y tenía que ingresar en la clínica la policía la había clausurado: alguna irregularidad fiscal y muchas sanitarias.
Lo barato, a veces, trae sorpresas, solía decirle su padre.
Así que, como aún tenía un par de días hasta su vuelo de regreso y el resto de clínicas eran demasiado caras para él, se dedicó a deambular por la ciudad. Arrastraba los pies con la mirada fija en el suelo sin prestar atención a su alrededor; hasta que un día, entre todo el vocerío del gran bazar que trataba de llamar su atención en varios idiomas.
─¿Quiere pelo señor? ─le dijo un chico de unos once años.
El pequeño advirtió que había utilizado el idioma correcto.
─Sígame para pelo, venga, mañana usted en anuncio de champú.
No tenía nada que hacer, así que movido por la curiosidad lo siguió. El pequeño lo llevó por pequeños callejones, subieron escaleras, atravesaron alguna tienda y torció a izquierda y a derecha varias veces hasta que llegaron a una tiendecita atestada de objetos extraños.
─Ispanyol ─dijo el niño al viejo tendero a la vez que se señalaba la cabeza.
─¡Ah! Bienvenido amigo. En este lugar vendemos cosas brillantes y curamos todas las aflicciones, menos la muerte claro. Seguro que podemos poner un bosque es ese desierto.
Toni Lobo abrió la boca para decir que no buscaba pelucas, pero…
─¡Ah! Antes que diga nada. Yo no vendo pelucas.
Entonces Toni Lobo quiso decir que no creía en supersticiones, pero…
─¡Ah! Antes que diga nada. Ya sé que no cree en remedios milagrosos.
Y Toni Lobo quiso preguntar que ofrecía entonces, pero…
─¡Ah! No es necesario que pregunte. Yo tengo aquí un mechón de pelo de genio.
Aquello llenó la cabeza de Toni Lobo de preguntas, pero ya adivinaba que no le iban a dejar espacio para hablar. Así que se limitó a mirar al tendero.
─¡Ah! Sí, ha escuchado bien. Hace siglos la más hermosa de las esposas del sultán lloraba y lloraba porque había quedado calva como usted. Pero el sultán tanto la amaba que salió hacia tierras lejanas en busca de un remedio. ¡Ah! No diga nada, es una historia muy larga y muy bonita, pero sé que no tiene tiempo. Al final el sultán encontró este mechón de pelo de genio. ¡Ah! ¿Quiere saber cómo funciona? Usted se sienta y yo lo paso por cabeza. En unas horas usted como cantante de “heavy metal”. ¡Ah! tranquilo, somos honestos. No funciona, no paga. Aceptamos Visa o MasterCard. Vendemos antigüedades, pero somos modernos.
Así que Toni Lobo se sentó y el tendero empezó a darle golpecitos en la calva con el supuesto mechón de pelo de genio. Tras unos minutos el anciano le dijo que esperara. Y tanto esperó que se durmió un rato. Al despertar y desperezarse, se tocó la cabeza. Un sedoso cabello se deslizó entre sus dedos. Gritó, saltó, tomó un espejo. No podía dejar de reír. Tironeó del cabello, no era falso. Tomó un pelo y lo arrancó, tenía raíz. Era real.
─¿Cuánto? ¿Cuánto?
─¡Ah! Pues… ¿Qué le parece…?
El anciano sacó un datáfono con una cantidad en la pantalla, esperaba un regateo por parte del cliente, pero a Toni Lobo le pareció muy barato, así que pasó la tarjeta, ahora era él el que no dejaba reaccionar al tendero.
─¡Ah! Muy bien, ahora lo más importante es que cortemos un poco esa melena con tijera de plata del gran Suleiman o si no…
Pero Toni Lobo se había marchado. Corría riendo y gritando entre las callejuelas del bazar sintiendo como su melena ondeaba al viento.
* * *
Cuando estuvo en casa de nuevo dedicó varias semanas al alardeo ante conocidos y familiares. Y si le preguntaban dónde había ido, él se limitaba a decir que había encontrado al genio de la lámpara y todos reían sin dar importancia al asunto.
Sentía más confianza en el trabajo y con las mujeres. Dejaba que el viento agitara sus cabellos y ya no usaba gorros en los fríos días de invierno. Disfrutó yendo a los mejores peluqueros y luciendo un peinado diferente en cada ocasión. Cada vez gastaba más y más dinero en cortes de pelo hasta que al fin advirtió que ocurría algo: Su cabello crecía cada vez más rápido.
Era tal la velocidad, que se levantaba por la mañana, se rapaba al uno y a la tarde ya tenía dos palmos de melena. Y cada vez que cortaba, la velocidad se doblaba.
Como teletrabajaba y todo se lo traían a domicilio terminó no saliendo al exterior. Se quedaba en casa encerrado y sólo pensar en cortarse el pelo hacía que le temblaran las manos y las piernas. Hasta que un día, cansado de no ver el sol, y con todo el suelo de la casa ocupado por una larga melena, quiso cortar y salir a dar una vuelta. Pero en cuanto encendió la maquinilla eléctrica escuchó una vocecilla.
─¡No lo hagas! ¡Por favor!
Toni Lobo se puso a buscar aquella voz entre toda la maraña de mechones.
─¡Ahí no! ¡Aquí! ─decía la voz.
Y la encontró por fin, en una maceta, junto a una planta reseca y olvidada hace tiempo, uno de sus mechones había arraigado y de ahí surgía una pequeña cabecita como si fuera un repollo.
─No cortes aún, por favor, espera un tiempo o me secaré y moriré… otra vez.
─¿Qué eres?
─Soy un genio, hace tiempo, mientras dormía, alguien cortó la fuente de mi poder y se la llevó, era mi coleta. Yo me resequé y morí tumbado en mi palacio, sin poder moverme.
─Bueno, lo siento mucho, pero necesito salir de aquí. Y con todo este pelo no puedo.
Y el genio suplicó y dijo que le compensaría, que no le faltaría nunca el dinero. Toni Lobo se mostró interesado ante aquella oferta. A lo que el genio le dijo que pidiera comida como tantas veces había hecho. Toni Lobo pidió una pizza y cuando llegó el repartidor abrió la cartera, allí estaba la cantidad exacta, al céntimo. ¡Maravilla! Él nunca usaba dinero en efectivo. El genio le dijo que cuando necesitara comprar algo que abriera la cartera y allí tendría el dinero exacto. Entonces preguntó al genio por el problema del pelo.
─Tranquilo, cuando crezca y deje esta maceta se solucionará.
Toni Lobo quedó maravillado, así que decidió posponer su corte de pelo y pidió y comió tanto como podía para que aquella cabecita creciera. Con el paso de los días apareció un cuello, luego un torso, unos deditos; y Toni Lobo comía y comía y el pelo continuaba creciéndole y el cuerpo engordando. Mientras, el genio le contaba increíbles historias y Toni, a su vez, le contaba acerca de cómo funcionaban ahora las cosas en el mundo moderno.
Tras unos meses, con la casa llena de pelo hasta el techo y casi sin espacio para moverse, el genio sacó por fin los pies del tiesto. Buscó la maquinilla eléctrica, se separó de Toni Lobo, se anudó una intrincada trenza y se abrió paso hasta el armario donde eligió un bonito traje azul. Después fue a la puerta de salida.
─¿A dónde vas? ─dijo Toni Lobo.
─Vuelvo a mi palacio, lleva mucho tiempo sin que nadie lo vigile.
─¿Y yo?
─Ya no volverás a tener el problema del pelo y te dejo la cartera como muestra de mi gratitud.
─Espera, pero qué… ─Toni Lobo se pasó la mano por la cabeza, volvía a estar calvo ─pero… pero no me puedo levantar, ayúdame.
El genio se encogió de hombros y salió del piso, dejando a Toni Lobo atrapado en un amasijo interminable de su propio pelo, con demasiado sobrepeso como para moverse solo, calvo de nuevo y recordando que su padre siempre le decía que lo barato, a veces, trae sorpresas.
Esta super chulo,me encanta
ResponderEliminarMuchas gracias :)
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