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Me sobran cinco

Conduzco con la determinación de quién ya no tiene nada que perder. El viejo motor ruge, puede que reviente, o puede que no. Las luces se convierten en líneas brillantes, como si hubiera saltado al hiperespacio en alguna nave de ciencia ficción. Mi mujer se ha marchado sin dar explicaciones y mañana me embargan la casa. Llevo conmigo todas mis posesiones: una pequeña maleta con algo de ropa, un viejo portátil, el coche a punto de morir y un revolver con seis balas. Me sobran cinco.


Felipe Márquez estaba en su casa, en algún lugar de la ciudad estaban haciendo un pequeño espectáculo de fuegos artificiales. Sonrió al verlo por la ventana y tomó otro sorbo de vino. Pletórico de alegría pensó que aquello era un buen auspicio. Había tenido muchas dudas sobre su movimiento, pero al final se había atrevido a llevarlo a cabo y todo estaba saliendo bien. Paseó por su casa y volvió a leer la carta de la editorial.



Estimado señor Márquez:

Tras las conversaciones mantenidas y después de leer el manuscrito de su obra, Ocarina Ediciones le comunica que estamos interesados en publicarle.

Además, intuimos que su trabajo «La segunda manzana de Eris» tiene gran potencial comercial y si nos presentara ideas sobre cómo desarrollar la historia para al menos dos volúmenes más, estaríamos dispuestos a ofrecerle un cuantioso adelanto por dicho trabajo.



Estoy frente a la guarida del ladrón. Veo luz en su ventana, lo conozco de años, estará solo. En algún lugar están lanzando fuegos artificiales, suenan a preámbulo de venganza. Aprovecho la salida de un vecino para colarme en el patio. Es un edificio antiguo y no hay ascensor. Enfilo hacia las escaleras sin titubeos, cada escalón es un resorte que activa recuerdos: El trabajo de meses perdido, la falta de recursos, el desahucio, publicar sin mi nombre, qué ella se haya ido de mi lado, que ella se haya marchado sin decir nada, que ella cerrara la puerta sin mirar atrás…


Felipe dejó la carta y tomó el cheque, nunca había visto tantos ceros juntos. Todo había salido a pedir de boca, la editorial no sospechó nada, y el otro no se había enterado. Ahora comenzaba una nueva vida. En ese momento llamaron al timbre, miró el reloj en la pared preguntándose quién podía ser. Escuchó pasos por la casa.

—¿Abres tú? —Preguntó Felipe en voz alta. 

Una voz femenina respondió que sí desde la puerta. 

Abrió. Gritó. Sonó un disparo.


Estoy frente a la puerta del ladrón, quito el seguro, amartillo el revolver cargado con pura determinación. La puerta se abre. Apunto… Y ella aparece otra vez en mi vida. ¿Qué hace aquí? Al segundo entiendo por qué se marchó de mi lado sin dar explicaciones. 


Lágrimas rotas manan desde el alma.

Su traición detiene el mundo y 

cautiva preguntas en un nudo.

Quiebra toda determinación. 

Un revolver dispuesto a impartir sentencia

ahora roza el cielo de mi boca. 

Tengo seis balas, 

me sobran cinco.


FIN



¡Pequeño roedor que has leído hasta el final! 
Las ratas agradecen tu hazaña y brindan en tu honor.
Mientras una toca una pequeña ocarina, otra baila animada, y una tercera te recuerda:
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