Ir al contenido principal

Truenos y alas batiendo el cielo

Cuando Juanito escuchó los estallidos en la distancia, entró corriendo al bar del pueblo y dijo que iba a llover, que había truenos y que los pájaros se habían espantado.

─¿Qué dice este ahora? Si las chicharras parece que vayan a reventar.
─Calla Antonio, déjalo en paz. No te preocupes Juanito, que si llueve estamos cerca de casa.

Y Juanito salió de nuevo. Desde el alba hasta el anochecer esperaba mirando el camino que salía del pueblo y se perdía entre los campos de olivos. Todo el pueblo sabía por qué esperaba allí cada día. Algún vecino preguntaba de vez en cuando.

─¡Papá viaje! ─contestaba siempre─. Dijo, mañana vuelvo.

Era la única sonrisa sincera en medio del odio y el miedo.

Dos camiones aparecieron a lo lejos por un recodo del camino y Juanito empezó a aplaudir. Recordaba que papá marchó de viaje en uno igual. Cuando llegaron sólo bajaron soldados de un camión, el otro siempre volvía vacío. Juanito sonreía y, como siempre, preguntaba si papá volvía.

─¡Juanito! ¡Ven! ─era Manuel García, joven soldado, de aquel mismo pueblo, se conocían desde que eran pequeños─. No estés por aquí, el nuevo capitán se va a molestar. Corre a ver a tú madre.

Y Juanito se fue corriendo. Fue a casa y le contó a su madre que papá tampoco había vuelto hoy. Ella dejó caer una lágrima y Juanito la abrazó. Le dijo: no llores, vuelve mañana. Y tan triste la vio que salió a buscar flores para ella y se le hizo de noche.

Volvía a casa por calles iluminadas por la luna llena, llevaba un surtido ramillete de flores silvestres. Se giró al escuchar unos pasos y algún grito, alguien tropezó con él y lo tiró al suelo. El desconocido siguió a la carrera. Juanito se levantó mirando alrededor. Sus flores estaban esparcidas por el suelo y aquel chico había perdido un saco. Lo cogió y quiso llamarlo, pero a sus espaldas se escucharon voces. Eran soldados. Lo rodearon. El nuevo capitán estaba con ellos. Le quitó el saco. Miró dentro y empezó a hablar. Juanito no entendía que le decía, algo de colores, algo de rojos. Juanito sólo miraba las flores, pisoteadas bajo las botas.


Meses después, el joven soldado Manuel García ayudaba a Juanito a subir a la parte trasera de un camión junto a otros prisioneros. Había intentado hablar con el nuevo capitán, pero fue inútil, y además sintió que se había jugado estar sentado en ese mismo camión.

─Ponte aquí Juanito ─dijo.
─¡Viaje! ¡Viaje! ¡Cómo papá!

Manuel cerró los ojos con fuerza y apretó los labios intentando que no se le escapara el alma. Le dijo que sí, que iban de viaje con papá y miró al resto de reos.

─Yo voy a ver a mi hijo ─dijo uno de repente.
─Y yo a mi abuelo ─dijo otro.
─Yo de viaje con mi mujer, me está esperando.

Y así uno tras otro. El resto del viaje lo hicieron en silencio, el único que tenía una sonrisa era Juanito. El camión se detuvo en algún sitio entre olivos. Los pusieron en fila. Juanito estaba en un extremo, Manuel en el contrario. El nuevo capitán se quedó mirando la formación un rato.

─¡Soldado García! ¡Su posición está en el otro flanco!

Esperó a que Manuel se cambiara con el soldado del otro extremo del pelotón.

─¡Soldados! Tenemos un deber con la patria, hemos sido enviados por Dios y el Caudillo para limpiar este lugar de alimañas. ¡Preparados!

Soldados con el fusil en ristre, cuerpos temblando, lágrimas que escapan, miradas desafiantes, miradas al cielo, ojos cerrados, hombros encogidos, alguna plegaria.

Sólo uno sonríe. Sólo uno busca a su padre entre los olivos.

El fusil de Manuel tiembla. Juanito está al otro extremo.

─Ni se te ocurra cerrar los ojos García o en la próxima vas tú ─dice el Capitán a su oído─. ¡Apunten!

Truenos, y alas batiendo el cielo.


FIN



¡Pequeño roedor que has leído hasta el final! 
Las ratas agradecen tu hazaña y brindan en tu honor.
Mientras una toca una pequeña ocarina, otra baila animada, y una tercera te recuerda:
Síguenos, comparte y no olvides que también estamos por Facebook e Instagram

Comentarios

Entradas populares de este blog

Esa mano ajena

Toni Lobo o sorpresas de comprar barato

Ya nadie escribe cartas de amor

Pequeña musa