Ir al contenido principal

Cuentos en cuarentena III - Estridente

Llevábamos más de 5 años casados y otros tantos de noviazgo. Los niños no habían llegado todavía. 
Por las mañanas cada uno a su trabajo y, por la tarde: una ducha, algo de sexo —a veces, no siempre—, la cena y un poco de televisión. El sábado ella aprovechaba para ir al gimnasio; yo, por desgracia —o por la gracia de alguien— trabajaba. El domingo siempre comíamos en casa de algún familiar. Llegaba el lunes y la rueda volvía a girar, siempre igual. Una pareja feliz. O eso creía. Hasta que nos vimos obligados a pasar las veinticuatro horas juntos, sin poder salir de casa.

Empezó con cosas pequeñas que yo no había advertido. O quizás sí, pero ahora tenía más tiempo en pensar porqué me molestaban. Como cuando yo quería planear unas vacaciones diferentes, cuando pudiéramos volver a salir deseaba viajar a algún sitio nuevo. Ella tumbaba todos mis planes: en vacaciones al chalé, como siempre, que para eso lo estábamos pagando.

Sea como fuere, en esos días de encierro y teletrabajo descubrí el tormento de su voz. ¿Siempre había sido tan estridente? Esa voz se clavaba más allá del tímpano y resonaba en mi cráneo como el aullido quejumbroso de un animal herido. Trataba de ocultarme como podía en los escasos setenta metros cuadrados de vivienda. Si ella entraba en un cuarto yo me marchaba a otro. Los auriculares y el ordenador eran morfina para mis sentidos, gracias a ellos pude resistir hasta el retorno a la normalidad.

Cuando terminó la cuarentena empecé a visitar en secreto a un psicólogo. Necesitaba ayuda. No era normal que sintiera todo aquello. Pero un día, sin previo aviso, ella me plantó la solución a todo frente a mis narices. Mientras leía aquellos papeles una sonrisa se dibujó en mi cara. Después, aunque traté de contenerme, empecé a reír, reí hasta que no pude más, que felicidad, que liberación. Éramos dos idiotas que jamás habían llegado a conocerse, que nunca habían convivido de verdad, por eso firmé sin dudar el divorcio.


FIN



¡Pequeño roedor que has leído hasta el final! 
Las ratas agradecen tu hazaña y brindan en tu honor.
Mientras una toca una pequeña ocarina, otra baila animada, y una tercera te recuerda:
Síguenos, comparte y no olvides que también estamos por Facebook e Instagram


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Esa mano ajena

Toni Lobo o sorpresas de comprar barato

Ya nadie escribe cartas de amor

Pequeña musa